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El Corazon del Abismo

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Reigkye's avatar
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El Corazón del Abismo

 

El viento había comenzado a soplar, arrastrando en un lento vaivén la densa capa de niebla. Erguida frente a él, visible a intervalos entre las nubes de vapor blanquecino, se hallaba una mujer vestida con un kimono rojo, holgado, con estampado de flores de diversos colores. Llevaba el pelo negro y lacio recogido en una cola, y en su rostro serio de rasgos orientales destacaba un parche de tela, también rojo, que cubría su ojo izquierdo. Aunque casi todo en ella había cambiado, como era natural entre las criaturas mortales, la reconoció al instante: sostenía ahora la misma mirada desafiante que subestimó aquella noche, tantos y tantos años atrás. Ambos adversarios se observaron un tiempo, midiendo fuerzas.

Finalmente fue el espectro quien rompió el silencio de la noche.

-Debí imaginar que todo esto-hizo un vago gesto en derredor- sería cosa tuya. Ingenioso, aunque inútil al fin y al cabo.

La mujer guardó silencio mientras el eco de aquella voz oscura se perdía en el firmamento sin estrellas. “Justo como la última vez” pensó él, y notó cómo una ira que creía tiempo atrás olvidada pugnaba por tomar control otra vez de sus sentidos dormidos. Contuvo el impulso de despedazarla allí mismo. Si no tenía cuidado, destrozaría en su arrebato aquello que había venido a recuperar. Se obligó a calmarse y dejó que su vista vagase por el horizonte blanco que se extendía tras la humana hacia la ciudad del pacto. Una sonrisa burlona se apoderó de sus labios resecos cuando su mirada recayó en la Corte de la Luz.

-Qué nostalgia-retomó su  monólogo-. Y cuántos recuerdos. Me enternece ver que a pesar de todo habéis resuelto vuestras diferencias y camináis de nuevo de la mano. La verdad, creí siempre que te desagradaban demasiado las criaturas mágicas como para querer mezclarte con ellas, pero supongo que otra vez sólo haces lo mejor para los tuyos- el espectro hizo ademán de dar un paso y desapareció entre la niebla, reapareciendo al instante varios metros más cerca de la humana-. Claro que puedo entenderlo. La familia es importante. Lo más importante. Verás, pensaba hacer de este un viaje breve, pero tal vez debería detenerme a saludar a la sangre de mi sangre. Dime, joven mortal- un brillo peligroso reavivó la mirada de hielo del muerto- ¿sabe tu preciada amiga lo que sucedió de verdad? ¿O habéis vuelto a construir esta falacia sobre los cimientos de la misma traición que antaño?

Otro paso más entre la bruma; ya sólo los separaban escasos diez metros. Desde esa distancia ella podía distinguir con claridad los rasgos del espectro. Retazos de su antigua belleza permanecían perennes entre las líneas marcadas de la muerte. Iba a hablar él de nuevo, pero la voz dura de la guardiana rompió antes la quietud del silencio.

-Tal vez tengas ocasión de advertirla-mantenía su ojo azabache fijo en el espectro-. Sentirá en seguida que peleo en Arcania, y estoy segura de que acudirá. Tu distracción en el frente no le habrá supuesto un gran contratiempo.

El espectro mantuvo su mirada con expresión de hastío. Ciertamente, si encontrarse con la humana no había formado parte de sus planes más visitas inesperadas, especialmente aquella, no harían sino entorpecer aún más la velada. Aquel era un reencuentro que deseaba evitar. Chasqueó los dedos y la enorme espada negra reapareció al instante.

-Devuélveme ahora aquello que me arrebataste, y te dejaré ir esta vez-decía la verdad y ella lo sabía-. Es tu mejor baza. Ahórrame más encuentros imprevistos esta noche y a cambio tendrás la ocasión de advertirles y de prepararte. Soy un hombre que se debe a su palabra, Reika-escupió aquellas sílabas con odio-, y alguna vez lo supiste bien. Ignoro cómo has conocido que estaría aquí hoy, pero tu talento es singular; no desperdicies la que bien puede ser vuestra última baza en una pelea que no puedes ganar.

La humana se mantuvo inmóvil, sosteniendo imperturbable la mirada de hielo, su figura casi desdibujada entre la cortina de humo blanco. La niebla se había vuelto paulatinamente más densa, reparó entonces el espectro, desde que llegara ella al mar. Soltó el aire con fingido dramatismo, y notó cómo en su interior bullía de nuevo la ansiedad de la batalla. Era la respuesta errónea, y la que más le perjudicaba; también era la que más deseaba.

-La muerte, entonces-siseó, y se lanzó hacia ella.

 

Un paso, dos pasos, y ya estaban frente a frente, ella aún inmóvil y él a un suspiro, avanzando implacable con el arma rasgando la densa capa de niebla a su alrededor. En el momento del impacto la guardiana desapareció un instante para reaparecer varios metros más allá, aún desarmada. Llevó la mano a su cintura; su sangre, que impregnaba ahora de un olor dulzón la colosal espada, comenzaba a formar una mancha oscura a sus pies, que se diluía rápidamente en el océano. A punto estaba de arremeter el espectro de nuevo cuando frente a él se produjo un cambio: el aire se volvió más pegajoso a su alrededor, y reparó justo a tiempo de elevarse en el aire en que no sangraba la humana, sino su kimono; era la tinta roja de la tela la que se escurría por sus costuras convirtiendo el agua a sus pies en un reguero de lava. Aventó su arma al mar tan pronto como notó el líquido incandescente llegar a sus manos huesudas y observó cómo desaparecía consumida por las olas de fuego líquido. Frotó distraído el punto donde una gota de sangre había hecho impacto, y chasqueando los dedos generó a su alrededor una esfera de hielo seco para evitar las llamas. El calor era asfixiante, incluso dentro de la protección. Con otro movimiento de su mano hizo brotar de la lava tres serpientes descomunales, que se abalanzaron sobre la diminuta humana a través de las llamas. Reika avanzó hacia ellas, a su vez, y haciendo aparecer dos espadas gemelas danzó entre ellas, con movimientos rápidos y elegantes, y los pesados reptiles se desplomaron al contacto con el filo resplandeciente. Hizo ademán de avanzar hacia su enemigo pero sus músculos le fallaron; de las serpientes surgía ahora una ponzoña oscura que enturbiaba el aire a su alrededor. Viéndola momentáneamente paralizada el espectro se movió en un suspiro, plantándose frente a ella, y alargó su mano huesuda hacia su corazón. Rasgó la tela del kimono, que cedió sin esfuerzo, pero en lugar de piel se encontró palpando una noche sin estrellas, cuya oscuridad se derramó por las costuras ajadas sumiendo el mundo en un abismo de negrura. El ojo de la guardiana emitió un fulgor malva antes de apagarse, y el espectro se sintió precipitarse al vacío.

 

Ya no sentía calor. Ni frío, ni la brisa. “No puedo oler el mar-pensó, aún inmóvil- y sin embargo no me he movido”. Seguía en el mismo sitio que cuando peleó contra el guardián, pero percibía Arcania tan lejana e inalcanzable como el sol o sus lunas. A su alrededor sólo había oscuridad. Probó a hablar, y como esperaba ningún sonido abandonó su garganta. Aquel era su reino, reconoció, aunque no sabía muy bien de qué se trataba. Si se concentraba, aún podía sentir tenuemente la magia entretejer la realidad que ahora lo atrapaba.

-Un poder peculiar-murmuró, aunque sus palabras fueron inmediatamente tragadas por el olvido.

Primero, aquella niebla que parecía permitirle alterar ligeramente la percepción y modificar aspectos puntuales del entorno. Luego vino la lava, y el calor: lo había vuelto vulnerable a objetos cotidianos. Y en aquellos momentos, parecía poseer control sobre sus sentidos: no había oscuridad, sabía bien el espectro, capaz de cegarlo a él. En aquel espacio, no obstante, las reglas del juego habían cambiado. “Es como vivir un sueño lúcido: tengo dominio sobre mí mismo, pero el entorno y mi poder de manipularlo es impredecible”, pensó mientras evaluaba sus posibilidades. Aún podía salir de allí, pero para ello tendría que deshacer todo el “sueño”, y eso podía destruir también lo que buscaba. Podría dejarse arrastrar hasta el nivel más profundo, donde seguro lo guardaba, pero (reconoció con cierta irritación) eso podría volverlo vulnerable. No conocía los límites del poder de la humana, y aunque se sentía invulnerable en última instancia a la muerte, era mejor no correr riesgos. Probó a moverse, y aunque sus piernas hacían ademán de desplazarse ni siquiera sentía el movimiento. Oteó la oscuridad, atento a cualquier sonido; nada. Su rostro se contrajo un momento en ademán concentrado, para soltar después la tensión en forma de una retahíla de sílabas silenciosas. El poder del hechizo hizo tambalearse aquella fantasía; a su alrededor, como fuegos artificiales, estallaron una tras otra ráfagas de luz, que dejaban al desvanecerse retazos de penumbra allí donde su brillo había quemado la magia del sueño. La oscuridad volvía a devorarlo rápido, pero no lo suficiente para cegarlo por completo. Aún no la veía, pero no tardó en dar con la guardiana: a pesar de que se debía mover con asombrosa agilidad para evitar los estallidos, logró alcanzarla a pocos metros de él, a su izquierda. Sólo la atisbó un segundo: acertó en un brazo, que caía ahora inerte contra su costado. Sintió a través de las fisuras en el sueño cómo aplicaba alguna clase de contención sobre él, pero era inútil: tal vez no lo perdiera pero los nervios muertos tardarían semanas en regenerarse. Y por muy poderosa que fuese, pensó con malicia, la magia curativa estaba fuera del alcance de los humanos.

El hechizo a su alrededor seguía abriéndose paso por una oscuridad cada vez más lenta, mientras él seguía inmóvil esperando por su oponente. No había vuelto a verla, ni a sentirla, pero si no lo atacaba pronto corría el riesgo de ser alcanzada de nuevo. Si quería hacerle frente debía enviarlo a niveles más profundos de aquel mundo, pero para ello, había adivinado el espectro, debía entrar en contacto con él. No se lo permitiría de nuevo; su próximo ataque sería el último. Como sospechaba, no tuvo que esperar mucho más: de pronto la oscuridad a su alrededor dejó de recomponerse, y donde antes sólo había negro pronto se tiñó de la luz que su hechizo dejaba a su paso, revelando a pinceladas desiguales un paisaje.

Se encontraban de nuevo en el mar, aunque no había rastro del castillo ni la ciudadela. Sólo la niebla y el mar, que se extendía hasta confundirse con el cielo en el horizonte. Parada frente a él, a escasos veinte metros, se hallaba la guardiana. Ya no llevaba el kimono; en su lugar vestía un pantalón holgado y una camisa sin mangas, ambos blancos. Su brazo izquierdo estaba cubierto de vendas, y la poca piel visible de trazos oscuros que contrastaban con la ropa, formando un complicado tatuaje que resultaba especialmente vistoso en su rostro. En el ojo izquierdo, antes tapado por el parche, formaban las líneas otro ojo, pero de bestia, con el iris negro y la pupila translúcida y felina. A su vera, imponente, había una enorme pantera negra.

“Todas las cartas sobre la mesa” se sonrió el espectro, admirando el desfigurado aspecto de la guardiana. Sería una adquisición exquisita para sus filas. A punto estaba de avanzar hacia ella cuando cayó en la cuenta de que estaba realizando una invocación: sus labios no se movían y no podía sentir la magia, pero no necesitaba ningún sentido para reconocer un hechizo; le bastaba su intuición. En lugar de avanzar trazó un círculo frente a él con la mano, haciendo jirones la niebla, y de sus pedazos fue surgiendo una criatura amorfa, enorme, de piel blanquecina, ojos rojizos, cuernos retorcidos y alas membranosas: un demonio del Reino de los Muertos, tan antiguo como letal. La bestia profirió un rugido que fue engullido por aquel aire denso, y se lanzó hacia la guardiana.

-Shie-murmuró aquella, probablemente aún inmóvil conjurando, y la pantera se interpuso entre ambos en un instante, absorbiendo sin dañarse una bocanada de fuego expelida por el demonio. Avanzó hacia él para cortarle el paso, evitando un hechizo del espectro en su camino, y una vez frente a frente con la bestia se lanzó sin miedo a por ella. La contienda fue breve: los golpes del demonio, letales, no lograban alcanzar al felino, que parecía poder disolverse en la niebla y reaparecer en un instante en otro punto cercano, llevando cada vez consigo un pedazo de su adversario. Primero rasgó sus alas hasta privarle el cielo, y después fue a por su corazón. No tuvo que rematarlo: aprovechando que la pantera se hallaba ocupada mordiendo a su siervo el espectro lanzó un rayo de luz, que hizo pedazos a su propia invocación a su paso. Habría alcanzado al felino también, pero su cuerpo se cubrió de un fuego mágico que bloqueó el ataque. Apenas tuvo tiempo de levantar una defensa frente a él: la guardiana, que había completado su encantamiento, apareció a su lado como una exhalación, también cubierta por aquellas llamas mágicas, y arremetió contra él blandiendo su arma en el brazo sano. El filo impactó el escudo de magia improvisado y al contacto se produjo una fuerte explosión, agrietándolo; el fuego recorrió la fisura disolviendo la magia como un ácido. El espectro hizo aparecer su espada y asestó un golpe a la guardiana, que había logrado penetrar su defensa. La espada no la alcanzó: entre ellos había aparecido la pantera, que interceptó el arma con los dientes. De un movimiento de la mano el espectro lanzó un proyectil oscuro sobre el animal, atravesándolo y arrastrándolo varios metros más allá, donde desapareció entre las llamas del hechizo. Pero no le dio tiempo a bloquear a la guardiana: de un paso se había situado a su lado y, esquivando otra estocada, rompió con el puño descubierto la protección más interna del espectro y lo golpeó, destrozando sus costillas donde lo alcanzó. Contuvo un contraataque con la espada y amagó acertar al corazón, pero en el último momento fue hacia la cadera. El espectro adivinó sus intenciones, pero tarde: aunque libró la mayor parte del golpe la estocada alcanzó a rozar la joya, arrancando una esquirla. Rauda como el viento la guardiana envolvió al espectro con las llamas que había usado hasta entonces para protegerse, paralizándolo momentáneamente, y liberó el resto del conjuro realizando una floritura con las manos que concluyó con una sonora palmada. De entre sus dedos salieron arcos de luz, que atraparon la esquirla sepultándola hacia lo más profundo del sueño. El espectro rugió enfurecido, liberándose de las llamas, y envió una enorme lanza de oro negro contra la guardiana. Ella evitó el ataque, saltando hacia atrás, pero sólo para ser atravesada limpiamente por la espada del espectro antes de aterrizar. Empleó el brazo sano para tratar de alcanzarlo pero él lo evitó sin esfuerzo, y a un murmullo suyo su espada emitió un pulso de energía oscura, que se propagó por el filo hasta la guardiana, dejando un agujero sanguinolento en su abdomen. La sujetó por la cabeza para evitar que cayese al mar y retiró la espada: a su alrededor el sueño se resquebrajaba, la niebla se volvía menos densa y Arcania, la ciudad del Pacto, volvía a percibirse en el horizonte. Arrastrando a la guardiana el espectro se materializó en la plaza central de la ciudadela. Una sonrisa triunfal se extendía por sus labios mientras sentía el latir irregular del corazón de la humana a través de sus dedos huesudos. Sus costillas ya se habían regenerado, sin dejar rastro de la herida, y con un movimiento de la mano recompuso su túnica.

-Y ahora-dijo volviéndose hacia la guardiana, que seguía colgando sin fuerzas de su agarre, consciente a duras penas- es tiempo de que me devuelvas algo que me pertenece. No pienses por un instante que te permitiré morir y arrastrarlo contigo; te lo arrancaré con el alma si es preciso. Todo sueño acaba al despertar, joven mortal. Mas no temas-sonrió, alzándola hasta dejarla frente a frente con él- comparado con lo que te espera después de la muerte, tu final será dulce.  

 

E inclinándose delicadamente sobre ella, completó el hechizo y aproximó sus labios a los de la guardiana para tomar su alma con un beso.

Pues después de un bloqueo creativo impresionante, la última parte que me corresponde de este breve conjunto de relatos. Espero que os guste más que a mí jajaja Que no me apasionan los Mary Sue y esta pieza desborda xD

:bulletblue: Este relato (aunque de por sí sea coherente fuera de su contexto general) pertenece a la historia de fantasía colectiva "El Pacto de Arcania", una actividad literaria (abierta a nuevos miembros) que trata de la lucha de tres reinos tradicionalmente antagónicos contra un nuevo enemigo común: los espectros. :bulletblue:

Es el primer relato en el que Reika sale a hacer algo más que pasear, aprovecho para dejar un ejemplo de poder tipo "psíquico" para los del reino mortal. Como alguien me lo hizo notar una vez, aclararé que no es mi personaje del rol, a pesar de que efectivamente el nombre se parezca a mi nick. Es la líder del reino Mortal, y fue creada para ese propósito como todos los demás NPCs ^^ Reveleraré, aprovechando su breve (y final xD) debut, que todo el personaje fue inspirado por su homónimo del Project Zero 3. La antgonista principal es una sacerdotisa que da bastante mal rollo y tiene el cuerpo completamente cubierto de tatuajes llamada Reika, y en ella me basé para coger el personaje (al cual le mantuve el nombre sin fijarme en el parecido con el mío xD) y para desarrollar la idea de los tatuajes como muestra del poder humano, del Castillo de los Sueños y tantas otras cosas ^^ Evidentemente fue la idea base y de ella creo haber cambiado suficientes cosas como para que no sea un plagio jajaja Pero bueno, en honor a la inspiración, os dejo link a la wiki del juego para que cotilleéis cuál fue su origen si queréis xD fatalframe.wikia.com/wiki/Reik…

Este relato forma parte de la serie que pretende dar introducción a la trama que dará comienzo en verano. Es el último que me corresponde, el siguiente vendrá de mano de :iconkastarnia: :) LO SIENTO POR SER TAN LENTA PARA ESCRIBIR!!


El Corazón del Abismo

:bulletblack: Prólogo: Un Fantasma en la Niebla 
:bulletblack: Primera Parte: El Guardián del Castillo
:bulletblack: Segunda Parte: El Corazón del Abismo
:bulletblack: Epílogo: Reencuentro (por Kastarnia)
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ClauCabyClausy's avatar
Me trajiste nostalgia con este relato. No sé si alguna vez viste X-1999 de clamp, pero me recordaste tanto los poderes de Hinoto y Kakyou que la verdad me imagine con un claridad increíble las escenas.